MenteAlien

a veces pienso que nuestra vida es en realidad soñar, y esto es onda el protector de pantalla

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Nombre: Guili Pesoa
Ubicación: Capital Federal, Buenos Aires, Argentina

sábado, diciembre 17, 2005

Una vaca, en su máximo estado de pureza, zurca los cielos sin mi permiso.
Tras ella un cerdo, un televisor y una pistola.Yo los miro desde abajo, atónito. Sin mi permiso siguen volando, una cama,una pagina web, una heladera, un político.
Les grito que paren, que vuelvan adonde pertenecen!
Sin mi permiso siguen pasando, y yo los miro desde abajo, angustiado.Un auto, una revisa porno, una maestra, una bomba nuclear, un milico, una lata de sardinas, un cazador furtivo, una chimenea humeante. Y siguen, sin freno. Una botella de vodka, un huevo, un cura, una horca, una hoz, un espejo, un billete, un policía, una coca-cola, un cigarrillo, la biblia, una lampara, un diploma, una tarjeta de crédito, un micrófono, una guillotina, la constitución, un sillón.
Y yo los sigo mirando, desde abajo, sin advertir que la fila de objetos vira y se dirige hacia mi. Muy tarde, me golpea en la frente, y lentamente van entrando en mi cabeza cada uno de Ellos.
Aunque solo soy un bebe lucho y pateo y grito, pero no sirve de nada, estoy perdido.
Cuando el ultimo de los malditos objetos termina de entrar quedo tirado en el pasto, babeando por las comisuras de mis labios, los ojos en blanco.
Varios años después despierto y me encuentro mezclado entre una multitud de seres extraños, repugnantes. Tienen cuerpo de hombre, pero sus cuellos no soportan ninguna cabeza, ya que la misma es enorme, pesadisima y esta tirada en el piso, apoyada en unas pequeñas garras que les permiten ciertos movimientos lentos y torpes. Sus cráneos son tan deformes, su rostro tan cubierto de llagas y tumores, su gesto, de tal contraste, fijo en una sonrisa de tv. Su hedor me repugna y no me deja respirar, sus gritos me encolerizan, odio su mirada esquiva y su piel, sudorosa, enferma, cubierta de parásitos. Veo a las bestias gritarse y golpearse, cada uno tratando de hacerse valer, de imponerse sobre el resto. Me meten en su juego, me obligan a participar en sus macabros ritos de sensualidad y violencia. Lentamente me hago mas y mas participe, lentamente voy siendo cada vez mas uno de Ellos.Estoy condenado!, pense, soy una bestia horrible y deforme atada a este suelo para siempre.
Muchos años viví sumergido en el aire pestilente que rodeaba a las bestias,y poco a poco fui acumulando el odio y el valor suficientes para emprender la mas grande de las hazañas.Y camine. Camine toda la tierra, incansable, imparable.Busque en todos los rincones del planeta, viaje a todos lados, recorrí la superficie entera del globo.Y entonces, abatido, y furioso, golpee mi cabeza con el puño derecho. Y luego con el izquierdo. Y con mis pies. Finalmente tome mi cabeza con las manos y la subí lo mas alto que pude, con la intención de arrojarla al suelo violentamente.
Pero el elevar mi cabeza sentí como el aire iba cambiando, se hacia menos espeso y hediondo, mas transparente.Y entonces, por primera vez, respire profundamente y mire al cielo, hermoso y celeste. Y lo ame. Lo ame tanto!
También vi un pequeño grupo de personas, personas hermosas, sin rostros corroídos ni cabezas deformes. Personas que reían y cantaban, y daban volteretas y jugaban. Persona hermosas que volaban, volaban zurcando los aires, libres.
Los quise seguir, pero el peso de mi cabeza me lo impidió. Entonces la arroje al suelo, donde golpeo fuertemente.
La levante y la volví a tirar.
Y otra vez.
Y otra...
y otra.
Entonces oí un estallido. Sentí como una grieta se abría en mi cráneo. Dolía, pero era un dulce sufrir. Lo era porque yo sabia que estaba pasando. Lentamente, casi tímidamente al principio, y mas rápido luego, escapaban de mi cabeza una vaca, un cerdo, un televisor, una pistola.
Siguen saliendo y saliendo, al tiempo que mi cabeza se va achicando y va tomando forma. Finalmente sale el ultimo de los malditos objetos, y la herida en mi cráneo se cura, y mi cuello se encoge, y la careta se cae.
Y me elevo.
Me elevo, vuelo.
Me elevo y me junto con los demas arriba, y juego y río con ellos por un rato.
Y después me alejo volando, libre. Y zurco los cielos.
Sin permiso de los de abajo, vuelo.

Ben Guilad Pesoa

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